PEPA MONTES
JOSEFA BASTOS OTERO, bailaora paya, conocida artísticamente con el nombre de PEPA MONTES, nació en Las Cabezas de San Juan, (Sevilla), en el año de 1954, Pepa Montes comenzó a bailar desde niña. Debutó con siete años en un teatro de Los Palacios. En Dos Hermanas, donde pasó su infancia, se formó en la academia de Juanito Díaz. Pero pronto comenzó a trabajar en las compañías teatrales de maestros como Juan Valderrama, Rerre de Los Palacios, Pepe Marchena, Pepe Pinto, y Antonio el Sevillano, entre otros. Llamó también la atención de grandes del cante como Antonio Mairena o Juan Talega, que cuentan con ella para poner el toque de baile a las fiestas flamencas.
El 
arte en toda tu figura
uniendo tanta armonía,
embellece el aire que rodea
esos movimientos tan bellos
que llevas tan adentro, 
sombreas todo lo que te rodea,
con solo mover tu cuerpo,
lo que encierra tanta belleza
brota sin tu saberlo,
con ese gran poderío 
que vas derramando
al compás del taconeo
cuando estas bailando,
lo hace sentir tanto
que el suelo tiembla
porque quiere abrazadlos,
esa gracia infinita
que siempre perdurara
cuando nace de verdad, 
ese arte tan grande 
Que dios te dad.
En 1975 gana el Premio Juana la Macarrona en el Concurso Nacional de Córdoba, aval para su carrera en solitario. A finales de los setenta, forma con el guitarrista Ricardo Miño la compañía flamenco en Concierto. Diez años más tarde de la primera distinción cordobesa, se hace con el Premio La Malena. También en 1985 obtiene el premio de la Cátedra de Flamencología de Jerez. Bailaora habitual de los principales festivales del circuito flamenco, entre ellos, Bienal de Sevilla y Festival de Jerez, es una de las principales continuadoras de la escuela Sevillana clásica. En su formación actual, suele figurar como artista invitado su hijo, el pianista Pedro Ricardo Miño.
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                Para perfeccionarse en la técnica se pone en las manos de 
				Matilde Coral con quien va conjugando experiencia y técnica, 
				intuición y aprendizaje, magisterio y fuerza de la sangre. Los 
				tablaos de Sevilla se abren a su baile. En Los Gallos es 
				protagonista principal. Y en El Embrujo. Y de Sevilla a Madrid. 
				El Corral de la Pacheca. Y, sobre todo, Los Canasteros de Manolo 
				Caracol. Sus cualidades de bailaora pronto llaman la atención de 
				artistas de la grandeza de Juan Talega o Antonio Mairena, que 
				ponderan sus valores y la llaman a las fiestas donde el baile 
				debiera tener un lugar de preferencia junto al cante y el toque.
                
				
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                Bailaora de Curro Vélez y cuatro años más tarde crea junto a 
				Ricardo Miño la compañía "Flamenco en concierto", con el que 
				recorre los principales escenarios de España y Europa. En 1981 
				inaugura, junto a Antonio Mairena, el escenario del Convento de 
				San Francisco en Cáceres y va contratada durante seis meses al 
				tablao japonés de Tokio “El Flamenco”, al tiempo que recibe la 
				insignia de Oro de la Tertulia Flamenca “El Pozo de las Penas” 
				de Los Palacios, y la insignia de Oro de la Peña “El Taranto” de 
				Almería. En 1984 obtiene el premio "La Malena" en el Concurso 
				Nacional de Córdoba así como el Premio de la Cátedra de 
				Flamencología de Jerez. En 1986, la Tertulia Flamenca “El Pozo 
				de las Penas” le dedica su Semana Cultural y participa con 
				enorme éxito en la IV Bienal de Flamenco de Sevilla, un Festival 
				que, desde entonces e ininterrumpidamente, ha contado en cada 
				edición con espectáculos de Pepa Montes, todos con un 
				extraordinaria aprobación de público y crítica, destacando entre 
				ello su “Flamenco de Concierto” y la dirección de “Por donde 
				sale el Sol”. O en la IX donde presentó “Veinticinco años 
				caminando juntos”, al que asistió nada menos que la reina Sofía. 
				En la X fue “seis movimientos del baile flamenco”, para volver a 
				destacar con “Infinitud de formas” en la X edición. En 2002 es 
				“Cal y Sal” su espectáculo de baile, para al año siguiente ser 
				nombrada Trianera de Honor. En 2004 estrena nuevo espectáculo “Bailaora”. 
				Y todo ello acompañado de giras por todo el mundo, Master-class 
				en los principales foros del mundo como en Los Ángeles o en la 
				Sala Miterrand de Mont de Marsan. En definitiva, Pepa Montes se 
				ha consolidado como una de las grandes bailaoras de su 
				generación. Y una importantísima Maestra del Baile de su época.
				
                
                
La verdad de Pepa Montes 
				Pepa Montes no tiene edad. Cuando sale al escenario se para el 
				tiempo, su baile es etéreo, sus manos hipnotizan. Bailaora es el 
				espectáculo más completo que hemos visto en este ciclo de 
				Flamenco viene del Sur. La obra expone pura y simplemente la 
				verdad de su autora, que pasa por ser, junto con Manuela 
				Carrasco, Milagros Mengíbar y Merche Esmeralda, la bailaora más 
				en forma de su generación. La carismática bailaora de las 
				Cabezas de San Juan nos presenta un programa flamenco e íntimo, 
				surgido de las entrañas. Tanto ella como su cuadro son 
				excelentes. La creación musical, un continuo ritmo sin tregua, 
				donde tiene mucho que ver el compás y la percusión, es uno de 
				los valores más importantes de la obra. Destaquemos al 
				guitarrista Ricardo Miño, marido de la bailaora, al pianista 
				Pedro Ricardo Miño, hijo de ambos, y a los cantaores Vicente 
				Gelo y Sebastián Cruz. La obra no tiene un claro argumento, es 
				original en sí misma. Sin embargo, comienza con el gran tópico 
				de la academia de baile, donde Pepa entra sin zapatos y se calza 
				en mitad del escenario, para enseñar algunos pasos a dos de sus 
				alumnos, que resultan ser dos grandes exponentes de la 'escuela 
				sevillana'. Unos fandangos que contienen pases de bulería y 
				soleá sirven de comienzo del espectáculo, mientras el pintor 
				Manuel Machuca realiza un retrato de la artista en directo. 
				Después, el mismo pintor interpretará unos naturales no muy 
				conseguidos. Casi sin parar comienzan las cantiñas Recordando a 
				Cádiz. Pepa, con su bata blanca, se impone como una diosa, como 
				esa obra de arte efímera que tratamos de mantener en la retina. 
				Pero a una vuelta le sigue otra, y el juego de brazos y el baile 
				de la cola y el vuelo del mantón. Como las grandes se mueve sin 
				aparente dificultad. Se sabe grande, se conoce bella, y así lo 
				muestra. Los dos bailaores de apoyo, a la postre, siguen sus 
				pasos. Un silencio total, incluso con luces apagadas, antes de 
				las escobillas, conceden otro original atrevimiento. Pedro 
				Ricardo Miño sale a escena, da las buenas noches y se sienta 
				frente al piano. Hace una bellísima granaína, más cercana a la 
				estética clásica que a los cánones flamencos. Y es que el 
				teclado todavía anda en la frontera de los instrumentos 
				aceptados. Son muchos, sin embargo los que visten el piano de 
				toda legitimidad (desde Chano Domínguez o Diego Amador hasta 
				Dorantes). Estas granaínas, como no podía ser menos, se 
				abandolan en fandangos del Albaicín, que entona, con alguna 
				objeción, el cantaor sevillano Vicente Gelo. Continúa el piano 
				por bulerías, que lo secundan los demás músicos. Para pasar a 
				uno de los momentos álgidos del programa, la caña, que culmina 
				con la soleá Bailaora, que le da nombre a la obra. Montes, con 
				vestido de cola roja se entrega con pasión.  La rondeña, un 
				mano a mano entre el piano y la guitarra, entre padre e hijo, es 
				otra pequeña obra de arte, que termina por fiesta, y da pie a 
				exponernos su última pieza Zorongo. Se trata de pasar el mismo 
				zorongo gitano y otras piezas de García Lorca por el tamiz de 
				las bulerías. La bailaora está arrebatadora, el movimiento de 
				sus manos es difícil que se me olvide en mucho tiempo.
				
Jorge Fernández Bustos/ Granada | Actualizado 16.04.2008 
				 
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| datos recopilados de su propia biografía | 
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